El propósito no es un cuadro bonito: es lo que da foco cuando creces

Muchas compañías tienen “el propósito” enmarcado en la pared. Literal.

Lo imprimieron una vez para cumplir con la norma ISO, o lo diseñó alguien del equipo de comunicaciones porque “toca tener uno”. Y sí, suena bonito. Inspira. Pero si ese propósito no guía decisiones, entonces no es propósito… es decoración.

Entrenando a empresarios y directivos en el sistema RocketGrowth, siempre digo que cuando una organización empieza a crecer, aparecen nuevas personas, nuevas oportunidades, nuevas preguntas; y si no tienes un propósito claro y compartido, lo que empieza a dividirse es el foco.

¿Por qué importa tener un propósito claro?

Porque el propósito actúa como pegamento estratégico. No solo inspira. También alinea. Cuando creces y sumas talento nuevo, especialmente de otros sectores, culturas o regiones, se empieza a diluir el “ADN” original de la empresa. Y si no tienes una razón de ser clara, las decisiones se vuelven transaccionales. Se empieza a actuar por presión, por urgencia, por política… pero no por convicción.

El propósito no se inventa: se descubre

Lo he dicho muchas veces: el propósito no se redacta con palabras bonitas. El propósito ya está ahí, en la manera como operas cuando estás en tu mejor versión. En la manera como tomas decisiones cuando no hay manual.

Lo que hacemos como líderes no es crear propósito. Es descubrirlo y ponerlo en lenguaje compartido. Y cuando eso pasa, cuando se verbaliza y se vive, el propósito se convierte en brújula.

¿Qué hace el propósito cuando realmente está vivo?

  1. Te ayuda a decir “no” sin culpa.
    Porque sabes qué líneas de negocio, clientes o ideas no encajan con lo que construyes.

  2. Le da sentido a lo que estás escalando.
    No estás creciendo por crecer. Estás creciendo desde una identidad clara.

  3. Alinea decisiones en todos los niveles.
    Desde el fundador hasta un nuevo ingreso, todos entienden por qué se hace lo que se hace.

En momentos de crecimiento, el propósito no es un lujo emocional. Es lo que mantiene el rumbo cuando la velocidad empieza a confundir dirección.

Anterior
Anterior

Todos los clientes importan… pero no todos te dan dinero

Siguiente
Siguiente

No basta con enfocarse: primero asegúrate de estar en el negocio correcto